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____Filosofía de la mente, Neurociencias y Epistemología/Philosophy of mind, Neurosciences and Epistemology____

Saturday, January 27, 2007

A PROPÓSITO DE “LA PSICOTERAPIA COMO ARTEFACTO CULTURAL ”

Escrito por:
Carlos M. Muñoz S.
Instituto De Psicología
Universidad del Valle
2006



“…he ojeado en viejos libros (destinado para todos, leídos por pocos)
aquellos signos que indican un camino seguro: de muchos niveles,
de muchas significaciones, de muchos brazos, de muchas piernas
(¿qué? ¿sentido, destino, transporte, polifuncional?) se anuncian juegos
cerebrales, muestras de habilidad cerebral inventadas en largas
peregrinaciones. en cierto modo se llevó un susto mortal cuando
descubrió trabajos anteriores (se puso en una relación histórica con
sigo mismo, se alejó o mejor se acerco a sí, pero ¿qué importancia tiene?).
¿descubriendo algo pensado antes?...”

-Siegfried J. Schmidt-
(2000; “Texto 1”; “Es muy fácil. Pieza de radioteatro”)

Anthony Sampson en su artículo titulado “La psicoterapia como artefacto cultural” (Sampson; 2000) ha presentado una de las características más significativas, por no decir la más significativa, de la cultura occidental contemporánea: la hiperreflexividad que se encuentra a la base de la proliferación de las técnicas psicoterapéuticas, y de la proliferación de enfoques y presupuestos metateóricos acerca de la mente. En este sentido escribe: “…la híper conciencia puesta en los propios procesos anímicos, la vigilancia extrema de las oscilaciones humorales, junto con la promoción cada vez más exacerbada de la imagen de sí, conducen a una extrema vulnerabilidad que puede reclamar un apuntalamiento psicoterapéutico constante…” (Sampson; 2000; P.: 3). A partir de este corto pero profundo pasaje, se pueden rastrear las bases fundamentales para una hermenéutica de la cultura occidental contemporánea y construir una camino reflexivo con la finalidad de rastrear la génesis de gran parte de sus paradojas. El estatuto epistémico de la cultura (el hecho de que la cultura constituya un “objeto” de conocimiento) no es algo dado de por sí en un paquete inicial constitutivo de la cultura occidental, es algo que ha surgido desde dentro de esta a través de su historia: la cultura occidental ha posibilitado la reflexión acerca de sí misma, de manera similar al cómo la mente a posibilitado la reflexión y discusión acerca de sí misma. Paradójicamente, solo somos capaces de ver que ‘la mente ha posibilitado’ en la medida en que ya hemos construido una noción medianamente estable acerca de los que es una mente; y de manera análoga con la cultura. Así, estamos convencidos que la mente es anterior a la reflexión acerca de la mente y que la cultura es anterior a la reflexión en torno a la cultura.
A pesar de que aún algunos pensadores contemporáneos defienden una imposibilidad de negar el carácter dado de los presupuestos internos de la cultura[1] occidental contemporánea y del carácter local de las modalidades causales y de los principios psicológicos locales (véase: Searle; 1996), aquello que identifiquemos como necesario y que ubiquemos a la base de nuestros procesos mentales, aquello sin lo cual consideramos que no es posible forma alguna de pensamiento, hace parte de nuestra condición en un flujo constante que se remodela y cambia a través del tiempo: la cultura. En este sentido, no solo la cultura y la mente son producto de la híper-reflexividad humana, también lo son la realidad y la enfermedad.
Si hemos de posicionarnos en una actitud investigativa más descriptiva que proscriptiva, entonces, hemos de reconocer que aquellos presupuestos que consideramos ubicados en la plataforma fundamental de nuestro pensamiento, como condición de posibilidad de nuestra comprensión, no son más que partes constitutivas de un marco psicológico compartido, cuya vigencia es limitada y cuya transformación, gradualmente, se va propiciando a través de las generaciones.
De acuerdo con lo anterior: la gran proliferación de enfermedades mentales no corresponde a la expresión de una conflagración universal en contra de la estabilidad de la mentalidad de la especie humana, tampoco constituye el descubrimiento de variados acontecimientos cuya existencia había permanecido desapercibida; por el contrario, la proliferación de las enfermedades mentales surge a través del flujo de la cultura, como producto de una reflexividad exacerbada acerca del operar de la mente. La “vigilancia extrema” del sí mismo conducen a la vulnerabilidad, al “descubrimiento” de nuevas fallas (enfermedades) mentales.
La proliferación de las enfermedades mentales significa para algunos[2] un acercamiento en detalle a las fallas y anormalidades propias de la mente humana; por el contrario, para otros, tan solo representa la expresión de una tipología diseminada y una descripción fragmentada de lo que, en realidad, sucede en la mente[3] de una persona enferma. Algunos de los que defienden este último punto de vista afirman que las tipologías de enfermedades, la clasificación de los síntomas y de los signos psiquiátricos (nosología psicopatológica) no corresponden con la organización de la mente de un individuo identificado como psicológicamente enfermo. La primera de estas posturas se compara con la del individuo que acepta y defiende el carácter dado de aquello que no puede concebir de otra manera; por el contrario, la segunda de estas posturas corresponde con la de un individuo conciente del papel activo de su forma de pensar sobre el objeto de su reflexión, siendo conciente de que todo tipo de clasificación transforma el objeto clasificado. Así pues, este último individuo considera que la nosología compromete directamente qué enfermedad se considere como existente o cual no; es un individuo conciente de que toda nosología psicopatológica implica una ontología de la enfermedad.
El camino más legitimo hacía una interpretación cultural de la enfermedad y del papel de la psicopatología parece ser el segundo; así pues, si, como afirman Jay Efran y Salvatore Libretto citando a Aldous Huxley, “… “la mayoría de los hombres tiene una capacidad casi infinita de dar las cosas por supuestas”…” y “… El psicoterapeuta ayuda a reducir los efectos perjudiciales de esa ubicua capacidad humana…” (Efran & Libretto; 2000; P.: 82), entonces, solo un verdadero (psico) terapeuta (en este sentido) lograra la interpretación menos dogmática y prejuiciosa de la enfermedad psicológica; la más crítica, por así decirlo.
En analogía con la frase celebre atribuida a Confucio, “La reforma de la sociedad comienza por la reforma de su lenguaje”: La reforma de la enfermedad comienza con la reforma de la nosología psicopatológica. La nosología funciona como una red que se vierte técnicamente sobre ciertos fenómenos de la vida mental que emergen en el curso histórico de una cultura.
La necesidad de una nosología psicopatológica específica, su estructura y su relación con otras disciplinas relacionadas con el estudio de la mente humana, depende de ciertos presupuestos locales relativos. Es así que “el apuntalamiento psicoterapéutico constante” atiende a una necesidad surgida de un modo de ver y comprender, específico y relativo, la mentalidad humana. Esto nos conduce a aceptar que, como afirma Sampson, “… sería quizá más prudente indagar por lo que puede estar sucediendo en las sociedades contemporáneas para que semejante oferta de terapias no solo tenga demanda sino que aparentemente sea necesaria…” (Ibíd.; P.: 4).

A este nivel, como Sampson afirma, surge la pregunta por el cómo rastrear un punto de control que nos lleve a reconocer que algunas de estas psicoterapias corresponden a meros sofismas o, que por el contrario, son verdaderos, coherentes y sistemáticos abordajes de la enfermedad mental (Cf.: Id.). La gran imposibilidad, a lo largo de la historia de la cultura occidental, de compatibilizar nuestra concepción acerca de la mente (nuestra ontología de lo-mental) con nuestra concepción científica del universo (ontología de las ciencias físicas), ha conducido en variados casos al absolutismo (al fundacionismo científico), al dualismo, al eclecticismo desordenado, entre otras tendencias. La imposibilidad de que la psicopatología se alinee con una ontología eminentemente científica, abogando por un reduccionismo total, deja abierta la brecha para que el ámbito de la psicopatología se sumerja en una dimensión en la que se confunde la sistematicidad y seriedad de algunas teorías psicoterapéuticas con las “payasadas” de técnicas incipientes. Esto solo ejemplifica por qué, dentro de nuestra sociedad, es tan codiciado el estatuto de ‘teoría científica’. Entendiendo por ‘payasadas’, novedosos sofismas de corta duración que aprovechándose de la “crédula expectativa” de la persona que busca la curación, prometen y negocian algo que no consiguen[4]; i.e. la curación. Ya lo decía Freud, la evidencia de la práctica curativa es el mejor síntoma de una buena psicoterapia[5] (Cf.: Freud; 1976 (1904); VII; P.: 249). De acuerdo con lo-anterior, la charlatanería pura es la ineficacia pura, no la falta de cientificidad; la «eficacia» es la característica de la práctica psicoterapéutica que constituye un criterio esencialmente más importante que el «grado de cientificidad» de la misma.
Existe pues una legitimación de las diversas semiologías, nosologías y etiologías de las variadas teorías y técnicas psicoterapéuticas: la eficacia se muestra como una propiedad que permite forjar un criterio selectivo medianamente claro; pero ¿Hablamos de eficacia en términos de rapidez de desaparición de los signos psicopatológicos o hablamos de verdadera curación? Es una pregunta abierta.
La curación, como producto de la efectividad psicopatológica, está directa e inevitablemente ligada a las restricciones de dominio de la cultura; la efectividad de las técnicas psicoterapéuticas es relativa a la cultura en donde se empleen y, en este sentido, no solo la curación será relativa, sino también la enfermedad y, por tanto, la nosología, la semiología y la etiología correspondientes. Esta idea es producto de un pensamiento antropológico con respecto a la cultura, más descriptivo que prescriptivo[6]. Es en este sentido en el que se afirma que “…la cultura… ejerce un efecto muy poderoso no sólo sobre todo el proceso de curación, sino incluso sobre lo que debe pensarse como patológico o no…” (Sampson; Id.: P.: 9).
En este sentido se ha afirmado que la ontología de la enfermedad mental es una cuestión relativa: la semiología es relativa, la etiología y la nosología; existen sistemas psicoterapéuticos totalmente distintos de sistemas propios de la cultura occidental contemporánea, completamente irreductibles.
El relativismo cultural, de la mano con la antropología cultural y la etnopsiquiatría, parece constituir una plataforma meta-teórica no reduccionista, adecuada para interpretar tanto el ámbito de aplicación de una teoría y una técnica psicoterapéutica, como el ámbito de existencia de la enfermedad reconocida a través de estas.
Tanto solo en la medida en que seamos concientes del carácter contingente de nuestros presupuestos, estaremos en condición de analizarlos y de legitimar aquellos que nos sean totalmente ajenos (Cf.: Sampson; Id.: P.: 10). Este presupuesto meta-teórico y metodológico debe ser parte constitutiva de la ética de la formación psiquíatrica. La psicoterapia, estando de acuerdo con Sampson, puede ser inicialmente calificada como un artefacto esencialmente cultural. ◙

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BIBLIOGRAFÍA.

Efran; J. & Libretto; S. (2000) “La psicoterapia en la encrucijada: ¿qué puede aportar el constructivismo?”; En: Construcciones de la experiencia humana, (Marcelo Pakman, comp.); Ed.: Gedisa; Vol.: II; P.: 63- 86.
Freud; S. (1976) Obras completas; Ed.: Amorrortu, Buenos Aires.
Nathan; T. (---) “Georges Devereux and Clinical Ethnopsychiatry”; En:
http://www.ethnopsychiatrie.net/GDengl.htm
Sampson; A. (2000) “La psicoterapia como artefacto cultural”; Ponencia presentada en el XXXIX Congreso nacional de Psiquiatría; Bucaramanga; Octubre.
Schmidt; S. (2000) “Es muy fácil. Pieza de radioteatro”; En: El ojo del observador, (Watzlawick & Krieg, comps.); Ed.: Gedisa; P.: 111- 122.Zajde; N. (2006) “What Is Ethnopsychiatry?”; Conferencia presentada en Yaacov en Noviembre; Disponible en:
http://www.ethnopsychiatrie.net/beeryaacovflash.htm


[1] En Searle, por ejemplo, la convicción de que existe una realidad ontológicamente independiente de cualquier mente humana y de cualquier cultura, que se encuentra constituida por hechos brutos y que sirve de base para la construcción de la realidad social, esencialmente institucional.
[2] Muy seguramente defensores acérrimos de las tipologías del DSM IV (Diagnostic and Statistical Manual).
[3] Algunos, desde un punto de vista psicoanalítico emplean el término ‘estructura psíquica’ para referirse a aquello que definitivamente el DSM no tiene presente para la construcción de las tipología.
[4] Un ejemplo de esto es la inmediata emergencia (en el entorno local- Santiago de Cali, Colombia) de una población de neurolingüístas, “coincidencialmente” sincronizada con el alardeo de los medios de comunicación con respecto a este método. Conozco el caso de un consultorio casero de sugestión neurolingüística; aparece como un sitio realmente decepcionante e inepto en su misión en la descripción de uno de sus pacientes.
[5] Freud afirma que ha escogido el método analítico de psicoterapia por meras razones subjetivas, pero afirma que “… el método analítico de la psicoterapia es el de más penetrantes efectos, el que permite avanzar más lejos, aquel por el cual se consigue la modificación más amplia del enfermo. Y si se me permite abandonar por un momento el punto de vista terapéutico, puedo aducir en su favor que es el más interesante, el único que nos enseña algo acerca de la génesis y de la trama de los fenómenos patológicos…” (Freud; Id.: P.: 249 y ss.)
[6] La etnopsiquiatría, fundada principalmente por George Devereux, es definida, por Tobie Nathan como una disciplina clínica que toma como objeto de análisis los sistemas terapéuticos de diversas culturas, tratando de observarlos y describirlos “desde dentro” de las mismas, evidenciando su carácter de necesariedad (Cf.: Nathan; ). A diferencia de la psiquiatría transcultural, la etnopsiquiatría no da por sentada la universalidad de la existencia de entidades psiquiátricas occidentales como la psicosis (Cf.: Zajde; 2006; Diap.: 6).

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